
El arte del haragei, a los ojos de un conocedor de la lucha tradicional en Japón, es la inspiración para la totalidad de la teoría y la práctica del sumo, incluso en la actualidad. El haragei se expresa visualmente, para empezar, en el mismo desarrollo somático del sumotori. Harrison, a principios del siglo xx, ya había observado que, contrariamente a las tendencias en el campo del entrenamiento atlético, los japoneses parecían asignar mayor importancia a una gran «base» o «vientre» que a un «pecho hinchado» (Harrison). Esta observación es hoy igualmente válida, cuando las razones detrás del «vientre tonel» son más valoradas en más lugares. En su libro Zen Combat, Gluck relaciona el desarrollo abdominal de estos atletas japoneses con la respiración, «el alma en la idea del estómago» (Gluck), que es el principal ejercicio en el haragei para desarrollar el tremendo poder generado por los sumotori en acción. Taiho, un ex-campeón de sumo, ofreció una demostración de este poder fuera del ring al señor Harrison, que había invitado a un joven americano a darle una patada en el estómago. Él se había puesto «con las piernas ligeramente flexionadas» y las manos sobre las rodillas, una postura de poderosa defensa vista a menudo en las esculturas orientales. Cuando el americano se lanzó contra el japonés y, en el mejor estilo de karate, lanzó su puño derecho contra la enorme barriga del sumotori, el último «dio a su pesado abdomen un impulso hacia delante», arrojando al americano hacia atrás (Harrison).
Otro autor que exploró el contenido filosófico del haragei, Durckheim, también usó el ejemplo del sumotori para describir el tipo de poder generado por la centralización abdominal -un poder que permite al atleta empujar a otro por encima de la cuerda del círculo casi sin tocarlo, ganándose así la admiración de la entendida audiencia explotando en estática admiración del haragei en acción (Durckheim). Brinkley, que fue de los primeros occidentales en explicar con gran detalle la cultura japonesa cuando ésta se desplegó ante los ojos de Occidente, describió la arena y los elementos que componían el elevado ring (que estaba rodeado por dieciséis sacos de arena), el techo suspendido antes sostenido por cuatro pilares, las cortinas, etcétera, calificando todas estas cosas como «alegóricas» y basadas en «la filosofía china del ch'i» que, tal como ahora sabemos, es el aspecto activo del haragei.
Hoy, el culto del sumo en el Japón es menos sofisticado que antes de la Segunda Guerra Mundial, aunque sigue siendo popular. Muchos expertos opinan que la razón principal para un cierto declive en la calidad del rendimiento en muchos encuentros (así como en la profundidad de la respuesta por parte de la audiencia) es la falta de apreciación de los factores internos del sumo, aspectos indisolublemente asociados con las tradiciones feudales del Japón, así como con la cultura del Asia continental en general. Indirectamente, sin embargo, el aspecto esotérico de la disciplina todavía influye en otros métodos japoneses de combate derivados del antiguo bujutsu, en los que el cinturón (como la banda de seda que llevan los sumotori) lo llevan muy bajo sobre las caderas estudiantes avanzados, y en el que un agrandado y plenamente desarrollado bajo abdomen (koshi) es todavía considerado como la parte potencialmente más importante del centro de estabilidad y del poder coordinado que puede poseer el atleta. Es lamentable que, a pesar de la evidente importancia tradicional del sumo en el bujutsu y sus derivaciones modernas, todavía son pocos y más bien superficiales los estudios relativos a los métodos de entrenamiento practicados por maestros de escuelas de sumo antiguas y modernas. Una información más completa sobre la esencia del sumo, de hecho, permitiría a un mayor número de personas percibir y apreciar esta dimensión interna, más profunda e infinitamente más rica del arte. Además, permitiría al público en general diferenciar entre un asalto en que los luchadores chocan estúpidamente entre ellos como «montañas de grasa y músculo» y un asalto en que los participantes actúan diestramente como masas centralizadas de energía que compiten entre sí por la perfección en la coordinación y, por tanto, en poder y control total.
Lo saque de Akiwest
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